La ASERTIVIDAD se
define como: "la habilidad de expresar
nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada,
logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás. Negociando con
ellos su cumplimiento". Está en el tercer vértice de un
triángulo en el que los otros dos SON LA PASIVIDAD Y LA AGRESIVIDAD.
Situados en el vértice de la pasividad evitamos decir o pedir lo que queremos o
nos gusta, en la agresividad lo hacemos de forma tan violenta que nos
descalificamos nosotros mismos-
Emplear la
asertividad es saber pedir, saber negarse, negociar y ser flexible para poder
conseguir lo que se quiere, respetando los derechos del otro y expresando
nuestros sentimientos de forma clara. La asertividad consiste también en hacer
y recibir cumplidos, y en hacer y aceptar quejas.
LA
ASERTIVIDAD Y LA ANSIEDAD
El elemento
básico de la asertividad consiste en atreverse a mostrar nuestros deseos de
forma amable, franca, etc., pero el punto fundamental consiste en lanzarse y
atreverse. Lo que se expone en esta página puede ayudarnos a mostrar lo que
sentimos y deseamos, porque sabemos que lo estamos haciendo de forma adecuada,
que nadie se puede ofender. Esto nos ayudará a atrevernos a hacerlo. Pero
cuando la ansiedad y el miedo son demasiado grandes hasta el punto de que nos
dificultan o impiden expresar nuestros deseos, hemos de plantearnos una
estrategia para superarla.
REGLAS
BÁSICAS PARA EJERCER LA ASERTIVIDAD
Existen
técnicas y reglas que aprendidas y aplicadas nos permiten ejercer la
asertividad de forma eficiente. Para ello hay que prepararse a negociar y hay
que cumplir las reglas que implican una negociación eficiente. Existen también
técnicas simples como el banco de niebla o asentir en principio, y el disco
rayado, que nos facilitan su ejercicio concreto y cotidiano.
Para poder
ejercitar la asertividad tenemos que tener capacidad de negociación. En la
negociación se intenta conseguir lo que se quiere con el beneplácito del otro,
que lógicamente también va a tener algunos beneficios.
La realización de una negociación comprende varias fases. La primera, es la de preparación. En ella tenemos que pensar la estrategia que tenemos que seguir en el encuentro con el otro en el que se va a plantear los problemas y se va a hacer la negociación propiamente dicha.
La realización de una negociación comprende varias fases. La primera, es la de preparación. En ella tenemos que pensar la estrategia que tenemos que seguir en el encuentro con el otro en el que se va a plantear los problemas y se va a hacer la negociación propiamente dicha.
FASE
DE PREPARACIÓN
Para poder
conseguir cualquier cosa tenemos que saber cómo hacerlo y para ello hay que
prepararse. Ir a un encuentro sin tener una mínima guía de comportamiento,
cuando, además, no somos negociadores experimentados, nos expone a no lograr
para nada los objetivos que perseguimos. Por tanto hay que preparar lo que se
va a decir y a hacer en la negociación cara a cara con el otro.
Dentro de la preparación habría que distinguir dos subfases. La primera de preparación personal para evitar caer en la pasividad o en la agresividad y la segunda de preparación del diálogo que vamos a plantear al otro.
Dentro de la preparación habría que distinguir dos subfases. La primera de preparación personal para evitar caer en la pasividad o en la agresividad y la segunda de preparación del diálogo que vamos a plantear al otro.
FASE
DE PREPARACIÓN PERSONAL
Se trata de
una fase previa, necesaria para
Tener muy claros los objetivos que perseguimos en el encuentro. Es lo que nos motiva a la negociación. Cuando negociamos tenemos que tener la vista puesta en nuestros objetivos. Hay algunas cosas que nos pueden distraer de ellos y hacernos fracasar. Por ejemplo, nuestra emoción. No podemos confundir la emoción con el objetivo. Nos gustaría quedar bien, pero normalmente ese no es el objetivo. Nos gustaría machacar al otro, pero así no lograremos lo que realmente queremos. Nos gustaría que el otro reconociese que tenemos razón y que él estaba equivocado, pero nos tenemos que preguntar si ese es nuestro objetivo o si así solamente conseguiremos una recompensa de tipo emocional, mientras que nuestro objetivo se pierde. No hay que olvidar la máxima: “lo que cuenta son los hechos y no las palabras”. Si nos explayamos y nos descargamos emocionalmente puede que hayamos conseguido una recompensa a corto plazo, pero la pregunta que tenemos que hacernos es si hemos conseguido nuestros objetivos.
Tener muy claros los objetivos que perseguimos en el encuentro. Es lo que nos motiva a la negociación. Cuando negociamos tenemos que tener la vista puesta en nuestros objetivos. Hay algunas cosas que nos pueden distraer de ellos y hacernos fracasar. Por ejemplo, nuestra emoción. No podemos confundir la emoción con el objetivo. Nos gustaría quedar bien, pero normalmente ese no es el objetivo. Nos gustaría machacar al otro, pero así no lograremos lo que realmente queremos. Nos gustaría que el otro reconociese que tenemos razón y que él estaba equivocado, pero nos tenemos que preguntar si ese es nuestro objetivo o si así solamente conseguiremos una recompensa de tipo emocional, mientras que nuestro objetivo se pierde. No hay que olvidar la máxima: “lo que cuenta son los hechos y no las palabras”. Si nos explayamos y nos descargamos emocionalmente puede que hayamos conseguido una recompensa a corto plazo, pero la pregunta que tenemos que hacernos es si hemos conseguido nuestros objetivos.
Hay que huir de juicios de intenciones. Si juzgamos las intenciones de la otra persona y nos basamos en ellas para plantear la relación con el otro, corremos el riesgo de contestar y reaccionar a las intenciones que pensamos que tiene el otro y perdemos de vista nuestros objetivos. Así podemos llegar a ser agresivos o a ser pasivos. Si nos han hecho algo que nos ha dolido y pensamos que lo ha hecho con buenas intenciones, podemos estar tentados de dejarlo pasar y no decir nada. Si juzgamos que lo ha hecho con mala intención, vamos a atacar su “maldad” y no los hechos y seremos agresivos. En una negociación no se trata de agredir y someter al otro, aunque lo veamos como un rival. Hay que darle una salida, más o menos airosa porque si no se revolverá contra nosotros. Querer que nos reconozca lo equivocado que está y se someta completamente a nuestros deseos puede ser un objetivo emocional, que compense la humillación que hemos sentido, pero ¿es realmente nuestro objetivo? Sí tenemos que intentar entender que cosas son las pueden motivar al otro para hacer lo que nosotros queremos que haga.
Tenemos que
pensar en cómo crear la oportunidad de la negociación. Si es algo
pendiente desde hace mucho tiempo y que queremos abordar, hay que buscar al
otro y plantear un tiempo y un espacio en el que se pueda dar la negociación.
Es lo primero que tenemos que conseguir del otro. Sin ellos no se consigue, no
es posible hacer la negociación. En muchas ocasiones no hay que buscar la
oportunidad, es la propia situación en la que se genera el problema. Pero en
ella nos puede ocurrir que cuando el otro se va es cuando se nos ocurre aquello
teníamos que haber dicho. Recuerda: Siempre hay una segunda oportunidad aunque
haya que crearla. Crear la oportunidad es buscar al otro y plantear, aunque sea
por enésima vez, el tema que nos ocupa. Cualquier frase introductoria como decirle,
“de lo que hablamos ayer me gustaría comentarte algo” o frases parecidas para
iniciar la conversación son ayudas inestimables para crear la oportunidad.
Con los objetivos claros podemos controlar nuestra agresividad y motivarnos para dejar de ser pasivos, con la oportunidad creada y el entendimiento de lo que el otro espera podemos preparar el momento concreto de la negociación.
Con los objetivos claros podemos controlar nuestra agresividad y motivarnos para dejar de ser pasivos, con la oportunidad creada y el entendimiento de lo que el otro espera podemos preparar el momento concreto de la negociación.
PREPARACIÓN
DEL DIÁLOGO
Sin perder
de vista que lo importante es lo que hagamos y lo que decimos solamente puede
ser una guía para que el otro sepa cuáles van a ser nuestros siguientes pasos,
tenemos que preparar aquello que vamos a decirle. El diálogo que tengamos con
él tiene que cumplir los siguientes requisitos para ser un
diálogo asertivo:
- Describir los hechos concretos. Se trata de poner una base firme a la negociación, en la que no pueda haber discusión. Cuando describimos hechos que han ocurrido el otro no puede negarlos y así podemos partir de ellos para discutir y hacer los planteamientos precisos. En este punto es donde más tenemos que evitar hacer los juicios de intenciones. No se trata de decir “eres un vago” sino decir, “vengo observando que te levantas desde hace ya varias semanas a la hora de comer”. Diremos me has dicho 10 veces “no sirves para nada” en lugar de “me quieres denigrar y hundir” (juicio de intenciones.)
- Manifestar nuestros sentimientos y pensamientos. Es decir comunicar de forma contundente y clara como nos hace sentir aquello que ha ocurrido y que juicio moral o de pensamiento nos despierta. Es el momento de decir “estoy hasta las narices de esta situación y no la soporto más”, o “me he sentido humillado y denigrado”. Hay que recordar que no se trata de que el otro lo encuentre justificado o no. Le puede parecer desproporcionado, o injusto, o... pero es lo que nosotros sentimos y tenemos derecho a hacerlo así, no aceptaremos ninguna descalificación, defenderemos nuestro derecho a sentirnos tal y como le decimos. Le estamos informando, no le pedimos que nos entienda o nos comprenda, por eso no puede descalificarnos ni aceptaremos críticas a nuestros sentimientos, emplearemos la técnica del banco de niebla combinado con el disco rayado (ver más abajo.)
- Pedir de forma concreta y operativa lo que queremos que haga. No se trata de hablar de forma general o genérica, “quiero que seas más educado”, “quiero que me respetes” “quiero que no seas vago”; sino que hay que ser concreto y operativo: “quiero que quites los pies de mi mesa”, “quiero que cuando hablo me mires a los ojos y contestes a lo que te pregunto”, “quiero que estudies tres horas diarias”. Son conductas concretas que el otro puede entender y hacer.
- Especificar las consecuencias. Es decir, aquello que va a ocurrir cuando haga lo que se le ha pedido. Se le podría plantear también las consecuencias que tendrá para él no hacerlo, pero es preferible especificar lo que va a obtener de forma positiva. De otra manera lo que planteamos es un castigo y los castigos son mucho menos efectivos que los premios o refuerzos. Muchas veces se trata solamente de una forma de presentación, hay que tener en cuenta que frecuentemente algo que puede ser planteado como un castigo, si no lo hace, se puede ver como algo positivo si lo hace. “Si no lo haces tendrás un castigo” se puede convertir en “Si lo haces evitarás que haga lo que no quiero hacer que es lo que supone un castigo para ti, que es algo que, por supuesto, yo tengo que hacer para ser consecuente con mis objetivos y los sentimientos que ya he expresado”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario